Luego de superar la confusión mental al ver un sol radiante a las 9pm y el jetlag, empece a disfrutar el verano en Praha. El encanto de la ciudad lo percibí en las edificaciones de arquitectura antigua y artistas practican sus malabares con trasfondos medievales. A primera vista la ciudad esta llena de vida ríos de gente buscando algún lugar donde tomar una de las famosas polas checas, miles de cámaras disparadas por los turistas que encuentran en cada esquina una vista única, miles de bares repletos con comensales... en resumen un ciudad en movimiento. Bueno, la parte del idioma es complejo y por lo menos se domina lo básico:

- edno pivo = una cerveza
- este edno pivo = otra cerveza por favor
- diki = gracias

En resumen, Praha es una ciudad difícil de describir por la sutileza de su alma perdida bajo la fachada de los miles de turistas que la visitan cada año. En cada esquina se encuentra algo completamente diferente: una banda “multinacional” tocando funky en un bar donde se siente como dentro de un gigantesco motor de tractomula, la comida mexicana, checa, hindú perfecta para acompañar una buena cerveza, cafeterías en el subsuelo donde es las mesas están a rebentar de gente hablando en un sin fin de idiomas diferentes como si al entrar por las puertas mágicamente se trasportara a la torre de Babel, nativos fríos y serios que se transforma con los ritmos latinos, siglos de historia perfectamente escondidos en un sinfín de detalles arquitectónicos, centenares de conciertos y obras en un espectro tan amplio que satisface hasta el mas extraño gusto. Como describir una ciudad que albergar miles de estudiantes, viajeros, empresarios que se reúnen al son de unas polas a compartir experiencias, puntos de vista, ideas o tan solo chismes de la fiesta del fin de semana. Como describir un sitio que atrae a todo el mundo, para crear el concepto viviente de “una sociedad global”. Para mi, Praha esta hecha para ser descrita, esta hecha para ser vivida.